Publicado en El Mundo: 22 de junio - 2025

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Javier Gomá Lanzón

Los poderosos, si pudieran, nos someterían a servidumbre: en eso aciertan los teóricos de la conspiración; yerran, en cambio, al creer que se conciertan para conseguirlo: no lo hacen, como saben quienes tienen experiencia real del poder, primero por la complejidad de tantos intereses antagónicos, después porque los magnates se odian a muerte entre sí, y finalmente porque, debido a la imperfección congénita de la acción humana, la mayoría de las grandes decisiones son improvisaciones de última hora tomadas a la diabla; y sin concierto no nos someten; algunos prefieren creer que hay alguien al mando, aunque sea malvado, a aceptar el hecho desnudo: el mundo funciona chapuceramente; ahora bien, esta chapucería estructural –hipótesis más explicativa de la realidad que las supuestas conspiraciones– constituye, paradójicamente, nuestra prenda de salvación, porque nos preserva de las maquinaciones; el mal es mayor que el bien, pero está desorganizado; la chapuza nos hace libres.